Menta y mejorana




"Voces de alarma, trompas de cacería, pero he aquí, de pronto, que una corza blanca, perseguida, gimiendo, entra en la tienda de Alcibíades, la nieve hace más blanco su pelaje, se dirige a él, introduce primero la cabeza y luego todo el cuerpo lanudo bajo su capote, y se esconde tímida y se aprieta contra Alcibíades que recibe la nieve sobre su pecho, y afuera atruenan los cazadores con sus cuernos y trompetas, y debajo del capote, oh, la corza se ha quedado sin vellones, y es suavísima su piel, vamos Alcibíades ¡levántate! sedosa y cálida, y se vuelve de espaldas, y él besuquea el suavísimo cuello sonrosado, menta y mejorana".

"--¡Al combate, Alcibíades! ¡Arriba, por Zeus, que nos atacan!".

"El hijo de Clinias toca y reconoce las nalgas añoradas y Aristarco acabando de ceñirse las grebas y la cota, nalgas únicas en su especie, que ahora tiemblan urgidas para él, oh, y la corza estira su mano y lo instala desde atrás en sus temblores, y otro sacudón, y visto que ni el cercano estruendo de las armas, ni sus reiterados sacudones despiertan a Alcibíades, que ahí sigue arrebujado, jadeando suavemente, Aristarco se irrita y lo golpea en un hombro con el casco de bronce, y tras el alarido de Alcibíades, Aristarco recibe un puñetazo en el pecho, ¿Alcibíades no oía a los trompeteros tocando alarma? por Zeus, que despertara ya, que un gran peligro, que los potideatas embestían, que arremetían por sorpresa".

Daniel Chavarría, El Ojo Dindymenio.
Foto: París.