Bueno, parece que ya tengo casa-taller: me ha dado por llamarla Cala Luna, como una playa de Cerdeña que quisiera conocer, porque algo me hace sentir que tiene que tener nombre. Queda en el Guruyú, pequeño barrio en el área del puerto de Montevideo cuyo nombre es una versión más guaranizada que españolizada del apellido de Domingo Gounouillou, un empresario naviero de origen francés importante en la historia de la zona. Es que por estas tierras, comenzando por la palabra "Uruguay", los nombres de lugar guaraníes abundan y por lo que parece la gente del Guruyú lo intuyó perfectamente en su momento al vérselas con el tal apellido.
"Cala Luna" me gusta por lo que significa pero también por su sonido, que me recuerda un poco al nombre de dos lugares de Finlandia, Vainikkala y Suomenlinna (todo para decir que alguna vez fui a Finlandia). Desde acá se ve la luna cuando está llena o menguante, la puesta de sol en torno al solsticio de verano (en otros momentos hay que subir a la azotea), la Cruz del Sur frente a mi ventana, el Gigante de Orión recostado sobre el techo del Hospital Maciel y a veces el querido lucero del alba, buen consuelo para las noches mal dormidas o la eventual obligación de madrugar. Y sobre todo se respira el mar, lo que hace que, en el fondo, el nombre que encontré tenga su sentido.
"Cala Luna" me gusta por lo que significa pero también por su sonido, que me recuerda un poco al nombre de dos lugares de Finlandia, Vainikkala y Suomenlinna (todo para decir que alguna vez fui a Finlandia). Desde acá se ve la luna cuando está llena o menguante, la puesta de sol en torno al solsticio de verano (en otros momentos hay que subir a la azotea), la Cruz del Sur frente a mi ventana, el Gigante de Orión recostado sobre el techo del Hospital Maciel y a veces el querido lucero del alba, buen consuelo para las noches mal dormidas o la eventual obligación de madrugar. Y sobre todo se respira el mar, lo que hace que, en el fondo, el nombre que encontré tenga su sentido.