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"Acompañáronla hasta el templo donde habían mandado edificar el mausoleo, una sepultura de cuya magnificencia se hace mención en los libros de historia. Allí, dentro de una capilla cuyas paredes de oro llevaban engastados tesoros de piedras preciosas, sentado en un trono delante del altar erigido a sus dioses, vestido con ricos atavíos, el cuerpo de Héctor, tan maravillosamente embalsamado que ofrecía la apariencia perfecta de estar vivo, desafiaba aún a los griegos con su altiva mirada y con la espada desenvainada que seguía blandiendo su mano. Allí estaba, vestido con una larga y ancha túnica de oro fino, ribeteada con unos bordados de piedras preciosas colgando hasta el suelo encima de sus piernas que ungidas con un fino bálsamo desprendían por todo el lugar un aroma maravilloso. A la luz de unas lámparas de aceite que difundían una asombrosa claridad, los troyanos lo honraban como si de un dios se tratara y nadie hubiera podido estimar en su precio el lujo de aquel mausoleo. Llevaron entonces hasta allí a la reina Pentesilea, que, en cuanto abrieron la capilla y vio su cuerpo, cayó de rodillas para homenajearle como si estuviera vivo". 

Cristina de Pizán, La Ciudad de las Damas.
Trad. de Marie-José Lemarchand.

Foto: David Bowie en "Just a Gigolo" (1978).