Pequeña historia de un epígrafe

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"Centoclus Argus esse, totus oculis & auribus scatere", posible epígrafe de este blog, pertenece a un libro italiano del siglo XVII, Solatium animae desolatae in patientia (La consolación de las almas desoladas en la paciencia), de Angelo Paciuchelli (Pachiuchelli en algunos manuscritos). Al parecer el original, escrito en toscano (porque el autor era de Monte Pulciano), se editó tras la muerte del autor; luego Leonardo Messen, de cuyo trabajo tomé esta línea, lo tradujo al latín para su uso eclesiástico.

Paciuchelli era un sacerdote domínico que escribió varios importantes textos religiosos en el siglo XVII, entre los que destaca el conocido como Excitationes dormitantis animae, dedicado a la virgen María. Lo interesante de la línea que nos ocupa es esta alusión a la mitología clásica por parte de un sacerdote católico. Tal vez se deba a que aparece tras una cita de Séneca (de De Ira), o a una posible intención ejemplarizante: el autor nos relata los disgustos que podemos sufrir si somos tan curiosos como Argo (el gigante que servía a Hera, perpetuo vigilante de cien ojos).

En este blog, por cierto, se trata de lo contrario. No es cuestión de promover la curiosidad abusiva: violar la privacidad ajena es reprobable pero sobre todo absurdo. Me niego a observar a mi vecino en el retrete tanto como pueda molestarme que él me contemple a mí en esas circunstancias (esto me recuerda un cartel en los baños masculinos de un trabajo que tuve. "La luz no funciona", protestaba el texto, y alguien había acotado sabiamente abajo: "Pa' lo que hay que ver..."). Este epígrafe se refiere a la curiosidad sana por la gente y por el mundo, a buscar usos interesantes para los ojos (y las orejas), simbolizados en los cien que la esposa de Zeus, tras la muerte de su vigilante, colocó como homenaje en el abanico del pavo real.

En cuanto a la línea en latín, ¿cómo la traduciríamos? Centoclus, epíteto de Argo, no tiene término equivalente en este caso. En inglés sería 'hundred-eyed', pero para nosotros sería redundante decir "Ser un Argo de cien ojos, todo ojos...". Por eso opté aquí por "Ser un Argo, todo ojos y con profusión de orejas". En esta traducción tardía aparece la síncopa que los gramáticos latinos señalaron alguna vez como falta ortográfica y que a mí me atrae por su sonoridad y sus connotaciones. Oclus fue un paso en la evolución del latín oculus a nuestro ojo y en homenaje a esto, con centoclus nos quedamos.

A. Blánquez Fraile. Diccionario latino-español (1954).
P. Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Trad de F. Payarols (1981).
F. Lloyd. Del latín al español. Versión de A. Álvarez Rodríguez (1993).
A. Paciuchelli. Solatium animae desolatae in patientia. Trad. de L. Messen (1693).