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Los libros de la casa

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Trinitaria (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2001). Prólogo de Pablo Rocca, portada de María Eugenia Ferreiro. ISBN 9974-1-0225-1.

Villa de Niebla (Montevideo, Artefato, 2004). Portada de Andrés Arcos. ISBN 9974-7873-7-8.

Tablas reales y otros juegos, en Letralia (www.letralia.com), sitio web de Cagua, Venezuela, 2008. 

Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (Montevideo, Casa de los Escritores del Uruguay, 2009). ISBN 978-9974-96-651-2.

"La enfermedad del terciopelo", colección de prosas publicada parcialmente en 7 Jóvenes Narradores 7 (Montevideo, Casa de los Escritores del Uruguay, 2009). ISBN 978-9974-96-647-5.

"La Soufrière/ El Azufral", colección de poemas publicada parcialmente en Alhucema Nº 31 (Albolote, Granada, 2014).

"Hotel Marte", poemario, en Veinte (libro digital editado por el vigésimo aniversario de Letralia, 2016).



El viaje de Io



Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009)* hace referencia a la leyenda de la doncella Io, convertida en ternera por Zeus por una de esas complicadas tramas amatorias tan del agrado del susodicho. Como parte de sus vicisitudes, Io atraviesa (atormentada por un tábano que le envía Hera) el estrecho del Bósforo, que precisamente debe su nombre a esta leyenda (significa 'Paso de la Vaca'), para finalmente llegar a Egipto. Este libro mío se publicó a partir de un concurso para jóvenes poetas organizado por la Casa de los Escritores del Uruguay y por un solo día no pude estar presente en la entrega de premios, ya que estaba en Estambul terminando un viaje que había sido importante para mí. Decidí, entonces, acompañar la fiesta de otra manera. 

Lo más parecido que podía hacer al periplo de Io era tomar una de las excursiones que recorren el Bósforo o bien, como preferí, subirme a un ferry de línea. Los ferrys (¿ferries?) que recorren el estrecho van en zig zag, primero de barrio en barrio y luego, a medida que se avanza hacia el Mar Negro, de aldea en aldea. Si uno decide bajarse en Üsküdar, frente a Eminönü, barrio histórico estambulí, ya puede tener la emoción de encontrarse en Asia (en mi caso, por primera vez). Pero esto lo había hecho unos días antes, de modo que seguí en el ferry hasta llegar a Anadolu Kavagi, también en la costa asiática pero ya lejos de Estambul y muy cerca de la desembocadura del Bósforo. Allí se puede probar estupendos frutos del Mar Negro con un té de manzana, algo que no me privé de hacer porque me pareció ideal para la tarde lluviosa que me había tocado.

No lamenté las condiciones atmosféricas porque aquel paseo tenía para mí un tinte de melancolía, aunque a aquel barco no le faltaran sus tábanos (así suenan algunas personas cuando se divierten ruidosamente). Las fotos salieron, en el mejor de los casos, neblinosas,  pero aquella escala de grises contrastante con el habitual azul intenso del Bósforo no me molestó. Había pasado unos cuantos días en Estambul y bien podía apreciar otros matices. Disfruté del espectáculo de los palacios en las orillas, pensando inevitablemente en los palazzos venecianos (esta recorrida es similar a la que hacen los vaporettos) y me despedí de aquel viaje para encontrarme, a mi regreso a Montevideo, con el libro en papel, un paso que desembocó en el Mar Negro de este blog.
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* Nota para estudiantes: no confundir este trabajo con Los cien ojos del pavo real, el libro de Tina Blanco dedicado al público joven que según creo no tiene relación con la leyenda de Io sino con el mito budista de Garuda, el hombre-pájaro.

Especies


El humo del corazón quemado,
el vapor de la sangre,
se elevan al gran dios satelital.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009)
Foto: Montevideo.

Subordinación

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El hombre flagela al hombre
que azota al perro que acosa al gato
que devora con fruición
las alas de una polilla viva.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009).
Foto: Torcello, Italia.

Quien ¿quién?

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Quien viste piel de toro,
colmillos en los lóbulos,
quien se pinta los labios
con tu sangre,
quien (¿quién?)
no tiene nombre
no sabe que se pinta
los labios con tu sangre,
o tal vez sí.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009).
Foto: Venecia.

Sobre Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera, de Magdalena Ferreiro

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En sus libros anteriores, Trinitaria (Ediciones de la Banda Oriental, 2001) y Villa de Niebla (ArteFato, 2004), Magdalena Ferreiro construía un universo de textura tan inquietante como alucinada, un imaginario de colores medievales regido por códigos misteriosos y curiosas jerarquías, donde el lenguaje poético se inventaba a partir de lo arcaico y lo inesperado, sin perder jamás su peculiar consistencia interna.

El nuevo libro de Magdalena, premiado en la instancia 2008 del Concurso de Poesía de la Casa de los Escritores del Uruguay y editado a consecuencia de dicho premio, se aparta radicalmente de aquel mundo de conjuros y pantanos, calabozos y sacrificios, conservando sin embargo esa capacidad para el giro sorprendente, y para relevar lo siniestro con la más elegante ironía, que constituía uno de los rasgos más notables de los dos volúmenes previos.

Se trata de un libro muy breve (apenas 38 páginas), organizado en torno a la perturbadora idea del panóptico, esa construcción de finalidad represiva que imaginó Jeremy Bentham en el siglo XVIII y otros autores reformularon en épocas subsiguientes. En el fondo de casi todos los poemas asoma la idea de acechanza, de poder ejercido o temido, de presuntas libertades que no son tales. Somos, como bien se señala al comienzo, “perdices en tierras de cetrería”: seres atrapados en un complejo sistema de obligaciones y vasallaje, vigilados hasta en nuestros instantes de mayor intimidad por una tecnología maligna. En definitiva, nuestra libertad es ilusoria.

Este nuevo trabajo extiende y complementa el paisaje creativo de Magdalena, trazado con tanta originalidad en su obra anterior y en su disfrutable blog, “La daga de fuste”, donde la mirada certera de la autora recae también sobre curiosidades urbanas bajo la forma de raras fotografías. Varios formatos, en suma, para una estética creada desde el talento y elaborada desde la imaginación.

Laura Chalar, Lamás Médula (Argentina), 2009.

Bufo vulgaris

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El sapo,
¿mira a Oriente o a Occidente?
No se sabe,
pero que mira, mira.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009).
Foto: Bratislava.

Placeres modernos


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Vigilancia electrónica.
Vivisección teledirigida.
Linchamiento en la empresa.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009).
Foto: Venecia.

Pequeña historia de un epígrafe

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"Centoclus Argus esse, totus oculis & auribus scatere", posible epígrafe de este blog, pertenece a un libro italiano del siglo XVII, Solatium animae desolatae in patientia (La consolación de las almas desoladas en la paciencia), de Angelo Paciuchelli (Pachiuchelli en algunos manuscritos). Al parecer el original, escrito en toscano (porque el autor era de Monte Pulciano), se editó tras la muerte del autor; luego Leonardo Messen, de cuyo trabajo tomé esta línea, lo tradujo al latín para su uso eclesiástico.

Paciuchelli era un sacerdote domínico que escribió varios importantes textos religiosos en el siglo XVII, entre los que destaca el conocido como Excitationes dormitantis animae, dedicado a la virgen María. Lo interesante de la línea que nos ocupa es esta alusión a la mitología clásica por parte de un sacerdote católico. Tal vez se deba a que aparece tras una cita de Séneca (de De Ira), o a una posible intención ejemplarizante: el autor nos relata los disgustos que podemos sufrir si somos tan curiosos como Argo (el gigante que servía a Hera, perpetuo vigilante de cien ojos).

En este blog, por cierto, se trata de lo contrario. No es cuestión de promover la curiosidad abusiva: violar la privacidad ajena es reprobable pero sobre todo absurdo. Me niego a observar a mi vecino en el retrete tanto como pueda molestarme que él me contemple a mí en esas circunstancias (esto me recuerda un cartel en los baños masculinos de un trabajo que tuve. "La luz no funciona", protestaba el texto, y alguien había acotado sabiamente abajo: "Pa' lo que hay que ver..."). Este epígrafe se refiere a la curiosidad sana por la gente y por el mundo, a buscar usos interesantes para los ojos (y las orejas), simbolizados en los cien que la esposa de Zeus, tras la muerte de su vigilante, colocó como homenaje en el abanico del pavo real.

En cuanto a la línea en latín, ¿cómo la traduciríamos? Centoclus, epíteto de Argo, no tiene término equivalente en este caso. En inglés sería 'hundred-eyed', pero para nosotros sería redundante decir "Ser un Argo de cien ojos, todo ojos...". Por eso opté aquí por "Ser un Argo, todo ojos y con profusión de orejas". En esta traducción tardía aparece la síncopa que los gramáticos latinos señalaron alguna vez como falta ortográfica y que a mí me atrae por su sonoridad y sus connotaciones. Oclus fue un paso en la evolución del latín oculus a nuestro ojo y en homenaje a esto, con centoclus nos quedamos.

A. Blánquez Fraile. Diccionario latino-español (1954).
P. Grimal. Diccionario de mitología griega y romana. Trad de F. Payarols (1981).
F. Lloyd. Del latín al español. Versión de A. Álvarez Rodríguez (1993).
A. Paciuchelli. Solatium animae desolatae in patientia. Trad. de L. Messen (1693).