Narrativa- En las fronteras

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Pablo Rocca, uno de los miembros del jurado que otorgó a Trinitaria el Morosoli de plata en la octava edición del Premio "Narradores de la Banda Oriental", año 2000, argumentó luego en el prólogo: "el libro funciona como una ‘obra abierta’, es decir que cabe la posibilidad de leer en forma independiente un texto sin la necesaria vinculación con el precedente o el posterior. La frontera entre prosa y poesía es finísima, la imagen gobierna el ritmo de estas páginas y la dicción —entre arcaica y coloquial, entre modernista y posmoderna— conduce, sobre todo, hacia un disfrute particular de cada frase". Es una "obra abierta" además, porque las libretas o cuadernos que conforman el corpus total de libro no proponen un argumento tangible; más que el desarrollo de una historia, prevalece un proceso reflexivo que condensa el lenguaje y discurre entre los límites de los géneros literarios tradicionales. 

Siete son las libretas, y siete el número que por su valor simbólico representa un orden, un período o un ciclo completo —que incluye las seis direcciones del espacio más el centro—. Espacio que, en este caso, fija y expande su perímetro en los goces, tribulaciones, conjeturas y hallazgos del ámbito interior del cuerpo-sujeto, y la decantación de un entorno que es descontextualizado, subjetivado, fagocitado por la percepción. Sin embargo, ese sujeto de naturaleza femenina también está sometido a una constante disociación: una parte de sí escribe las libretas; otra las encuentra, las lee y las envía a escondidas; y otra, llamada Aetheria, cómplice y confidente de la anterior, es la destinataria de los manuscritos. Juntas las partes, y respaldadas por un importante concepto teológico, inducen a un reconocimiento de la Trinidad y el dogma de la unidad divina (Dios Padre, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo). Aunque este reconocimiento también esclarece una impostura o una postura desde la transgresión, que altera la masculinidad genérica. Rastreando otras connotaciones simbólicas, las tres partes en que se proyecta esta voz femenina constituyen una síntesis espiritual; el nacimiento, cenit y ocaso de un proceso creativo que avanza a medida que es vivido y se textualiza. 

Ya desde las tres rosas que aparecen (en medio de algo parecido a una flor mayor o una noria humana) en la tapa del libro, o las acepciones de la palabra "trinitaria" que, a modo de cita enciclopédica, preceden a la primera libreta, hay un juego sobre el tema floral que remite a una imagen arquetípica del alma; a la flor como centro espiritual, como símbolo de la vida joven, del apetito carnal y el hermetismo formal. Esta imagen simbólica de la flor, luego, en la independencia de cada texto, casi siempre es acompañada por el uso de la imagen como figura literaria que supera en organicidad y en poder de síntesis a la descripción narrativa, y que avista a la metáfora en su estado más puro y fundacional: cuando todavía prescinde de la sustitución directa o la asociación libre que gesta la enunciación. Dicho de otro modo, y con las propias palabras de Pablo Rocca: en este libro "la realidad no se explica, se produce en el discurso". 

Resulta inútil y contraproducente tratar de discernir si los textos que componen las libretas son prosas poéticas, poemas en prosa o relatos breves. De Estalagmita, por ejemplo, podría decirse que está hecho apenas con los trazos imprescindibles para comenzar a imaginar: "...Juan no puede ver a los peces ahogándose en el aire, sí sabe bien lo que es ahogarse solo, solo, en un altillo con un mapa, un reloj, un farol, dos manzanas y un libro de cosmografía". La imagen aquí posee una simetría muy similar a la de una naturaleza muerta pictórica, sin embargo la percepción va más allá de lo visual, y el sujeto y los objetos que lo rodean se trenzan en una misma agonía y en un mismo estado de ánimo. En otros textos, como "Piel" o "Rábanos", los más abiertos y vulnerables, se impone una sensualidad llena de contrapuntos cromáticos que serpentean e insinúan cierta intención persuasiva. Ni viejos ni nuevos, sino eternamente recientes son el deseo y la dicha de quien se sabe apetente y apetecible: "Soy libre. Estoy sana. Tampoco llevo ropajes, y no podría aprobarte con ellos. (...) Fantástico. Entonces podemos comenzar". En otra corriente más alegórica, y en la que podrían incluirse "Tablas", "Escamas" y "Naufragio", la imagen, que erige un significado real y cercano, también remite a otro más abarcador. Por ejemplo, esa pesadumbre existencialista que se respira en "Tablas", redimensiona además la soledad de la especie humana: "El escenario está vacío. No se oye ni el vuelo de una mosca. Sólo un farol alumbra la breve escena. Un hombre mira al mundo. No sabe qué hace allí. (...) De a ratos canta, aventura una danza o un grito para pasar las horas. Y espera. Hasta que caiga el telón y una música circense, desafinándose, envuelva las butacas en las que nunca hubo nadie".

Magdalena Ferreiro (Montevideo, 1972) reunió y resumió en Trinitaria diez años de trabajo. Y el libro, además de estar bien escrito, es un ejercicio de inteligencia lúdico e intenso.

TRINITARIA, de Magdalena Ferreiro. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo, 2001, 115 páginas.

René Fuentes Gómez, El País Cultural (Uruguay), 21/2/2003.