Eléctrica



Eléctrica, mágica, lúcida; te veo ahora como siempre fuiste: inmortal, amoral, el pelo rojo, rojo, rojo, la carcajada sarcástica. Imposible no oírla, imposible no saber de tus tacos zahirientes al largo pasillo del quinto piso.

Diabólica, célibe, mórbida. Ay, tu perfume ambarino y tus tonos plácidos. Ay, tus madejas de ágata, araña. Lo sabías todo sin dudar jamás, sin estatuas de sal, jueza impertérrita. Y al centro tus listados, tus largos plazos, tu nouvelle cuisine trabajando así, apartando graciosamente con uñas finas a todo acólito, toda hembra, todo obstáculo en el territorio marcado. Sí, tu territorio señalado, el espacio del mapa bajo la gamuza acariciante de tus pies.

Impávida, única, pálida. Te veo ahora como serás siempre: un personaje. Alguien nacido para estas páginas que te inquieren, se demuelen, te disecan y aún no entienden nada. Porque puede pasar tiempo, todo el tiempo, y nunca entenderemos qué pasó.


De Trinitaria (2001).
Foto: Praga.