Juegos poéticos

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"Si el lector no suele ver más que afectación, en el mal sentido de la palabra, en lo que yo llamaría de buen grado 'expresionismo barroco', en el noventa por ciento de los casos suele ser porque el poeta ha cedido al deseo de sorprender, de gustar o de disgustar a toda costa; pero también es cierto que, en ocasiones, ese mismo lector no puede llegar hasta el final de la idea o de la emoción que el poeta le ofrece, en la que él no ve, equivocadamente, más que metáforas forzadas y fríos conceptos brillantes y afectados. (...) No es culpa de Racine cuando el famoso verso que pronuncia Pyrrus enamorado de Andrómaca --'Ardiendo con más fuegos de los que yo encendí'-- no nos hace ver, por detrás de ese amante desesperado, el inmenso incendio de Troya y sentir, donde las gentes de buen gusto no ven más que un equívoco indigno del gran Racine, el oscuro retorno a sí mismo del hombre que ha sido implacable y empieza a saber lo que es sufrir. Ese verso en el que Racine --con un procedimiento frecuente en él-- reaviva la metáfora de los fuegos del amor, ya utilizada en su tiempo, devolviéndole el esplendor de verdaderas llamas, nos lleva de nuevo a la técnica del juego de palabras lírico que forma, por así decirlo, las dos ramas de una parábola con la misma palabra. (...) Lo importante es tratar de demostrar que, en estos juegos en que el sentido de una palabra, en efecto, juega sobre su montura sintáctica, no existe una forma deliberada de afectación o de burla, sino que, como en el lapsus freudiano y en las asociaciones de dobles y triples ideas del delirio y del sueño, hay un reflejo del poeta enfrentándose con un tema particularmente rico para él en emociones y peligros".

Marguerite Yourcenar en el prólogo de Fuegos.
Foto: Riga.