Trinitaria

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Carta-prólogo de la Libreta de la biblioteca
(apuntes sobre los confines)


Prometí no contarte nada y lo estoy cumpliendo. Es sólo que a veces se hace difícil, sobre todo cuando hay tantas novedades en el tintero. Para empezar, está lleno de tinta roja. Creo que es sangre, pero no podría asegurarlo. Junto al tintero, el puñal de bronce de papá luce tan severo como siempre. Nadie lo usó para derramar la sangre que inunda el tintero. Sólo son locuras mías, sólo desvaríos.

Gracias por preocuparte por mí. En retribución por tu amabilidad, te envío algunos apuntes que encontré en la biblioteca. Ella misma los escribió. ¿O fui yo? De todas formas, espero que te gusten.
Adiós, querida Aetheria.
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(Cuando baja el sol, ella viene al escritorio... Cree que nadie la ve, y entonces moja su pluma en el tintero... Escribe mentiras que luego se borran, pero cuando las escribe sabe que alguien está temblando de dolor, y eso es suficiente... Después mira hacia los jardines... Vigila el del norte cubriéndose con los encajes de la cortina y el del sur, parapetándose tras la estantería grande de roble... A veces las moscas de la cortina le llenan los ojos, la nariz, los oídos, la boca, pero ella insiste en mirar... Hubo muertos entre esos encajes y ella lo sabe, pero no se aparta... En cuanto a la estantería, ella también sabe que es sólo un portal... Detrás están los túneles, y lo que hay en ellos es lo único de este mundo que tal vez podría asustarla... Por eso jamás desplazará la estantería, jamás pronunciará las claves, jamás permitirá que una mano blanca la guíe por los pasadizos... Tan solo se esconderá prudentemente para otear hacia el jardín del sur, justo cuando baje el sol, luego de componer sus salmos... La veré y no diré nada: no somos de la misma especie).

De Trinitaria (2001).
Foto: Buenos Aires.