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Altarreina



"Más, más, más" dice la reina de espaldas en su alarido ahogado, transmutado en la palabra justa.

Un hombre en sus acentos me dice cómo debo creer que es la vida humana, la mía en particular.

Se me sirven bocados de altarreina y de pastel de risco; casi caigo, pero alguien interrumpe la cena.

"No seamos necios" dice la reina de frente ¿o de espaldas? ya desnuda ¿o cubierta por completo y para siempre?

Su cara y sus contornos se diluyen frente al espejo triple; su voz muda se miente en la leyenda.
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Texto inédito (2008) inspirado en "La reina de los alisos", de Elfriede Jelinek.
Altarreina: planta herbácea de flores blancas y rojizas que se utilizan en tónicos.
Foto: "Madre cautiva", de Stephan Sinding.

Una carta de Marosa



Hace poco se cumplieron diez años de la publicación de mi primer libro, Trinitaria, y entre los recuerdos que guardo de su presentación en la Facultad de Humanidades de Montevideo está esta hermosa carta que me envió Marosa Di Giorgio unos días después para disculparse por no haber ido. Tal vez no debería mostrarla, pero lo hago con orgullo casi infantil, aunque en todos estos años no he dejado tranquilos los textos de ese libro. Espero que resulte legible, pero sobre todo que los augurios se cumplan.

Caperucita en fronterizo



Que ela saiu
foi lá na casa da avó
y veiu y...
y... taba sacando florsinha
y u lobo veiu
y preguntó si ela non quiría... corré a carrera
y ela decí que sí
preguntó por qué camino ela ía
y u lobo dice que era aquele
y ele por este
llegó na casa da avó
y batió la porta
y mandó que entrase y...
y comió a abuelita
y depós a Caperucita llegó
y preguntó "que oreia tan grande esa, abuela"
y después "qué oio tan grande, abuela"
y ela respondeu "Eu so ansí" y...
y a Caperucita fue
y alcanzó canasto con cosa que a mae dela tinha mandado y...
y ele depoi comeu a Caperucita
vinierun lenador
y cortaron a barriga du lobo y...
y sacó a Caperucita y abuela y...
lleó a barriga dele de pedra
y ele caiu dentro duma cachimba.
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Relato de una niña de Artigas (cerca de la frontera de Uruguay con Brasil) en el libro de A. Elizaincín Dialectos en contacto. Español y portugués en España y América (1992).

Las ciudades invisibles

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Pequeño juego literario: de la última a la primera (porque los últimos serán los primeros), una enumeración de las cincuenta y cinco poblaciones imaginarias con nombre de mujer descritas por Italo Calvino en Las ciudades invisibles: 

Berenice, Teodora, Pentesilea, Marozia, Cecilia, Andria, Raissa, Procopia, Perinzia, Laudomia, Olinda, Trude, Tecla, Argia, Irene, Leonia, Bersabea, Eusapia, Clarice, Moriana, Eudossia, Adelma, Pirra, Fillide, Smeraldina, Melania, Leandra, Bauci, Ersilia, Ottavia, Aglaura, Zemrude, Eutropia, Sofronia, Olivia, Valdrada, Cloe, Armilla, Ipazia, Zobeide, Eufemia, Zenobia, Zoe, Fedora, Maurilia, Isaura, Zirma, Despina, Zora, Tamara, Anastasia, Zaira, Dorotea, Isidora y Diomira.

Foto: Budapest.

Acedera




Madre satinada, coronada, vestida de acero. Asoma un solo pezón traslúcido. No hay niño.

La rodean raros ángeles azules y rojos, laqueados como títeres de agua.
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Foto: Buenos Aires.

Derramadora de la farina, allegadora de la çeniça

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Nueza blanca.
Nueza negra.
La nutriz
desnuda su pezón.

Saturación de anís y azúcares,
de alcoholes
en vaharada.

La pecatriz da mala uva,
es mala pécora,
cigüeña negra que trae descarríos,
pan cocido en el rescoldo,
debajo de la ceniza.
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De Cena del rey (inédito).
Foto: Graz.

Mancebía

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El otro:
yelmo bermejo,
daga desnuda,
cabeza en mano,
fresca, colgando
por sus mechones,
recién cortada..

La una:
telas moradas,
cabellos luengos,
trozos de espejo,
hilos de sangre
desdibujando
el cuello tibio.
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De La real gana (inédito, 2007).
Foto: Buenos Aires.

Matka




La gran madre rubia de las tres trenzas salta sobre su trineo adornado y se hunde en la tormenta de nieve.

Cuando llegue el verano, un tapiz de flores púrpuras cubrirá la tundra para tocar sus pies.
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Lúnulas




Senos de reina en porcelana, llenos de crema batida, perfectamente dispuestos en hileras, cada cual con su botón de rubí morado.
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Foto: Praga.

Cena blanca

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Quería elegir el manto,
la esclavina de seda,
pero ya bajo, ya corro,
ya me acorazo, me habillo.

Alguien me toca
con peine envenenado,
con pasador de hueso.
Si ya me iba...

Vías carrozables.
Calabaza
de los ojos sangrantes.
La lucerna vidriada.

Otra vez yo.
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De Cena del rey (inédito).
Foto: Salzburgo.

Especies


El humo del corazón quemado,
el vapor de la sangre,
se elevan al gran dios satelital.
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De Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009)
Foto: Montevideo.

&%@#!!!



"In English, an insult to one’s parentage uses the dog as the image, while the Spanish hijo de puta is more direct, but the English equivalent whoreson is archaic and can no longer be used. In ordinary usage hijo de puta must be rendered “son of a bitch,” else we lose the emotional charge. The Portuguese is more subtle, filho da mãe  (son of your mother), innocent on the surface, but inviting all the vileness the imagination can bring to bear. I recall an episode in Julio Cortázar’s Hopscotch in which the hero has pounded his thumb with a hammer as he tries to straighten a nail. “Puta que te parió,” he addresses the nail. If we leave it at that, we get a Hemingwayish “whore that bore you,” but the intent is different. My solution was to have him accuse the nail of incestuous proclivities toward its dam, which is current, ripe, and even maintains a bit of the tone of the Spanish insult. The fact that insults cannot be rendered so closely as we might like means that while words can be translated directly, cultures themselves cannot be without grotesque distortion".

Gregory Rabassa en “If This Be Treason:  
Translation and Its Possibilities”.
Photo: Paris.

Las cartas de Volumnia Fox

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Además de haber escrito famosas novelas como Orlando o Mrs. Dalloway, Virginia Woolf redactó montañas de cartas célebres tanto por su agudeza como por su malicia. Cuando Marjorie Strachey publicó su novela The counterfeits en 1927, muchos vieron en su personaje “Volumnia Fox” una alusión no demasiado velada a Virginia. Volumnia, dama romana, madre de Cayo Marcio, aparece en la obra Coriolano, de William Shakespeare; pero no en vano su nombre suena a “calumnia”, y Harold Bloom la llamó “la mujer más desagradable de todo Shakespeare”. Veamos algunas líneas que pueden haber contribuido a valerle a Virginia el peculiar homenaje. Son fragmentos de cartas escritas a su hermana Vanessa en referencia a distintas personas.

“Nunca, nunca ha habido una mujer tan alejada desde el nacimiento de todas las sutilezas, sensibilidades y armonías de la vida civilizada”.

“Un cadáver me parecería más convincente que él”.

“(Ellas) me producen el efecto de rosados paños de cocina que han estado colgados toda la noche bajo la lluvia”.

“Es dueño de todas las virtudes, excepto el encanto”.

“(Su obra) no me gusta, pero seguramente me dejo influir por el sentimiento de su invasora mediocridad y su espesa obsecuencia”.

“Es un terrible y hosco bruto, como un labrador reumático. No se me ocurre destino peor que el de ser su esposa”.

“Es inteligente y cáustica, y una furcia de lengua afilada”.

Claro que Virginia/ Volumnia era consciente de los alcances de su pluma emponzoñada:

“Últimamente he hecho tantos enemigos por escribir cartas irreflexivas que me apresuro a decir que no hablo completamente en serio”.

Y lo más importante: también era comprensiva con la maledicencia ajena:

"Afirma que Lytton [Strachey] decía cosas muy desagradables de todos nosotros, pero como todos hacemos lo mismo, no veo que tenga importancia".
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Foto: Venecia.

Trinitaria

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Carta-prólogo de la Libreta de la biblioteca
(apuntes sobre los confines)


Prometí no contarte nada y lo estoy cumpliendo. Es sólo que a veces se hace difícil, sobre todo cuando hay tantas novedades en el tintero. Para empezar, está lleno de tinta roja. Creo que es sangre, pero no podría asegurarlo. Junto al tintero, el puñal de bronce de papá luce tan severo como siempre. Nadie lo usó para derramar la sangre que inunda el tintero. Sólo son locuras mías, sólo desvaríos.

Gracias por preocuparte por mí. En retribución por tu amabilidad, te envío algunos apuntes que encontré en la biblioteca. Ella misma los escribió. ¿O fui yo? De todas formas, espero que te gusten.
Adiós, querida Aetheria.
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(Cuando baja el sol, ella viene al escritorio... Cree que nadie la ve, y entonces moja su pluma en el tintero... Escribe mentiras que luego se borran, pero cuando las escribe sabe que alguien está temblando de dolor, y eso es suficiente... Después mira hacia los jardines... Vigila el del norte cubriéndose con los encajes de la cortina y el del sur, parapetándose tras la estantería grande de roble... A veces las moscas de la cortina le llenan los ojos, la nariz, los oídos, la boca, pero ella insiste en mirar... Hubo muertos entre esos encajes y ella lo sabe, pero no se aparta... En cuanto a la estantería, ella también sabe que es sólo un portal... Detrás están los túneles, y lo que hay en ellos es lo único de este mundo que tal vez podría asustarla... Por eso jamás desplazará la estantería, jamás pronunciará las claves, jamás permitirá que una mano blanca la guíe por los pasadizos... Tan solo se esconderá prudentemente para otear hacia el jardín del sur, justo cuando baje el sol, luego de componer sus salmos... La veré y no diré nada: no somos de la misma especie).

De Trinitaria (2001).
Foto: Buenos Aires.

Visionarios y lunáticas

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"La melancolía, la soledad y el aislamiento, cuando se ponen de manifiesto en la escritura de una mujer, son rasgos que admiten ser interpretados como la prueba de un desequilibrio psíquico de tal naturaleza que puede conducir a su autora al suicidio o a la locura. Si es varón el escritor, en cambio, y su obra o vida o ambas manifiestan parecida contextura --la lista es larga, de Hölderlin y Rimbaud a Kafka y Beckett-- ésta suele recibirse como una confirmación del talante visionario del hacedor. De más está decir que las desviaciones o sencillamente los hábitos de un escritor son argumentos folletinescos, no criterios de lectura de una obra literaria".

Ana Nuño en el prólogo de la Prosa completa de Alejandra Pizarnik.

Foto: Innsbruck.

Anónimo, tradicional

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"Me atrevo a afirmar que Anónimo, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era a menudo una mujer. Fue una mujer, me parece que Edward Fitz Gerald lo sugirió, la que compuso las canciones tradicionales canturreándolas a sus hijos, distrayendo su labor o las largas noches de invierno".

Virginia Woolf en Un cuarto propio.
Foto: Venecia.