El viaje de Io



Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera (2009)* hace referencia a la leyenda de la doncella Io, convertida en ternera por Zeus por una de esas complicadas tramas amatorias tan del agrado del susodicho. Como parte de sus vicisitudes, Io atraviesa (atormentada por un tábano que le envía Hera) el estrecho del Bósforo, que precisamente debe su nombre a esta leyenda (significa 'Paso de la Vaca'), para finalmente llegar a Egipto. Este libro mío se publicó a partir de un concurso para jóvenes poetas organizado por la Casa de los Escritores del Uruguay y por un solo día no pude estar presente en la entrega de premios, ya que estaba en Estambul terminando un viaje que había sido importante para mí. Decidí, entonces, acompañar la fiesta de otra manera. 

Lo más parecido que podía hacer al periplo de Io era tomar una de las excursiones que recorren el Bósforo o bien, como preferí, subirme a un ferry de línea. Los ferrys (¿ferries?) que recorren el estrecho van en zig zag, primero de barrio en barrio y luego, a medida que se avanza hacia el Mar Negro, de aldea en aldea. Si uno decide bajarse en Üsküdar, frente a Eminönü, barrio histórico estambulí, ya puede tener la emoción de encontrarse en Asia (en mi caso, por primera vez). Pero esto lo había hecho unos días antes, de modo que seguí en el ferry hasta llegar a Anadolu Kavagi, también en la costa asiática pero ya lejos de Estambul y muy cerca de la desembocadura del Bósforo. Allí se puede probar estupendos frutos del Mar Negro con un té de manzana, algo que no me privé de hacer porque me pareció ideal para la tarde lluviosa que me había tocado.

No lamenté las condiciones atmosféricas porque aquel paseo tenía para mí un tinte de melancolía, aunque a aquel barco no le faltaran sus tábanos (así suenan algunas personas cuando se divierten ruidosamente). Las fotos salieron, en el mejor de los casos, neblinosas,  pero aquella escala de grises contrastante con el habitual azul intenso del Bósforo no me molestó. Había pasado unos cuantos días en Estambul y bien podía apreciar otros matices. Disfruté del espectáculo de los palacios en las orillas, pensando inevitablemente en los palazzos venecianos (esta recorrida es similar a la que hacen los vaporettos) y me despedí de aquel viaje para encontrarme, a mi regreso a Montevideo, con el libro en papel, un paso que desembocó en el Mar Negro de este blog.
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* Nota para estudiantes: no confundir este trabajo con Los cien ojos del pavo real, el libro de Tina Blanco dedicado al público joven que según creo no tiene relación con la leyenda de Io sino con el mito budista de Garuda, el hombre-pájaro.