Trinitaria en la tertulia de En Perspectiva (continuación)

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M.F: Sí. Incluso con la editorial buscamos la forma, yo pedí especialmente que cada uno tuviera una página, porque muchas veces con este tipo de textos se aprovechan las páginas...

A.G. Páginas separadas.

M.F: Sí, porque me parece que eso le da relieve. Ves la página blanca y el texto medio centrado ahí y le da un poco de relieve. Me gusta de repente pocas palabras pero una cosa como más de paladear, de leerlo con cierta... buscarle la vuelta y no tanto que esté lleno de palabras.

M.R: La eficacia del lenguaje, ¿no?

M.F. Sí, me gustan las oraciones breves, por ejemplo, una cosa así que... Y bueno, y muchas veces lo que ocurre es que, claro, no es un libro que lo puedas leer así, devorarlo como quien lee una novela muy interesante, sino que es más de...

A.G. De reflexión.

M.F: De darle vueltas, pero bueno. Yo también le he dado muchas vueltas a cada uno de esos textos, los trabajé bastante como para llegar a algo.

A.G: ¿Los organizaste desde un principio o...

M.F: No.

A.G: ... los tenías y después los organizaste?

M.F: Sí, eso fue un poco un armado, fue un armado posterior, en este caso para tratar de sentir que tenía un libro, ¿no? Porque eran cosas de distintas épocas. Incluso acá han confluido un montón de libros de esos que nacen y mueren sin que los lea nadie más que uno mismo (risas), tantos... y bueno, y saqué un poco partes de cada uno y demás y armé algo que pudiera presentarse como un libro, que se pudiera sentir como un libro, ¿no?

D.B: Bueno, como Magdalena además de escritora es mujer de radio desde hace ya unos cuantos años vamos a pedirle que lea uno de esos textos aquí "En perspectiva", entonces, de este "Trinitaria". ¿Que lo elija ella o que lo elija el público, como les decía antes de entrar, a pedido del público? Porque yo por allí elegí alguno, pero bueno, como quieras, ¿eh? Podés empezar por el que quieras.

M.F: Bueno.

D.B: Y con hinchada y todo, ¿eh? Del otro lado del vidrio tenés a alguien que conocés, Ana Rosa, querida compañera...

M.F: Ana Rosa, que estuvo en la presentación del libro en Facultad de Humanidades y los leyó bastante mejor de lo que yo voy a leer ahora, pero bueno...

A.G: Mirá para otro lado, Ana (risas).

D.B: No, pero vamos a aprovechar la oportunidad para invitar a Ana Rosa aquí al estudio. Venga, venga, ¿tiene un tiempito, un ratito entre locución y locución? Ahí está, véngase, venga Ana Rosa para acá al estudio. La vamos a mandar...

A.G: La vamos a mandar ahí al lado de Martín.

D.B: A esta mesa...

M:F: A la guerra. Eso te pasa por tener estas amistades.

D.B: Porque de repente, de repente, quién les dice, podemos hacer acá un concurso de lectura.

M.F: ¡No me hagas esto!

D.B: Después los oyentes dicen...

M.F: Venía tan bien...

Ana Rosa: De colada acá (risas).

M.F: ¿Qué tal? Buen día.

D.B: Ana Rosa, bienvenida. ¿Cómo te va?

A:R: Muchas gracias, muy bien.

D.B: Bueno, a ver...

M.F: ¿Empiezo nomás? (se ríe): "Mujeres". Este lo pidió Diego y bueno, va por aquí (lo lee).

D.B: Mujeres que están muy presentes en "Trinitaria", por todas partes, ¿no? ¿Solo mujeres?

M.F: No (se ríe), de todo.

A.G: Hay padres, hay hombres....

D.B: Ah, bueno. (risas). Ana Rosa me hizo una trampita, me dice: "No traje los lentes".

A.R: No, no traje los lentes.

D.B: ¿Pero cómo?

A.R: Porque estoy de colada. Yo vine a escuchar la nota porque quiero mucho a Magdalena y porque tuve la suerte de poder presentar el libro en Facultad de Humanidades y además porque me parece un libro sumamente valioso en una persona tan joven que tiene una escritura tan sólida, tan profunda, tan inquietante, y muy subyugante en algunos aspectos, ¿no? Creo que vale la pena este libro.

M.F: Me ruborizo (risas).

D.B: A propósito de eso, a veces, Magdalena... ¿vale, no sé, se me ocurre, quizás, pensando en alguno de los textos en este libro, el escribir por antes que nada el placer de la escritura, de elegir una palabra, de elegir su música, de ver en todo caso cómo suena con otras palabras, un poco más allá de pensar a ver qué estoy diciendo, que se está queriendo decir?

M.F: Sí, sí, sí, en lo que yo hago eso está muy presente. Es una de las características, como dicen, de la función poética del lenguaje, por eso mucha gente discute realmente si esto es poesía o no. Porque en lo poético tiene mucho que ver cómo decís las cosas más que qué es lo que realmente se transmite. Aquí hay algunas ideas centrales , pero sí, me gusta mucho pensar en cómo decirlo, ¿no? En las imágenes que aparecen, en qué palabras, el ritmo interno que pueda haber.

A.G: Otra de las discusiones siempre, cuando se habla de poesía, sobre todo, es si los textos son escritos para ser leídos en silencio o para ser dichos en voz alta.

M.F: Es verdad.

A.G: ¿Vos decís en voz alta cuando escribís, o después que escribís?

M.F: Yo cuando los hago no tanto pero ahora, por ejemplo, sobre todo desde que están en el libro, a veces me gusta leerlos, sí, pensar cómo los presentaría.

A.G: ¿Y ahí se nota el ritmo más?

M.F: Sí, a veces sí, porque a veces al leerlo en voz alta algo te choca o no te termina de convencer, sí, porque hay algo de musical en el asunto.

M.R: ¿Qué siente hoy una persona tan joven y que además es profesora de la Facultad en este momento tan particular del país, al ser escritora? Porque muchas veces, yo lo he escuchado hasta el cansancio y sé que no va a terminar, que el libro se muere, como que ya...

D.B: Sí, es un poco... Bueno, este es un momento... a mí me da un poco de pena pensar a veces que es un momento en que la gente no está del todo receptiva como a alguna propuesta diferente porque está todo el mundo centrado en los problemas más acuciantes que hay, ¿no? Y aparece uno con esto que... Y por otro lado también se puede pensar que justamente es cuando más se necesita el arte o ese tipo de cosas, ¿no?

M.R: Claro, yo me acuerdo en épocas de Facultad que siempre se decía que la parte de filosofía era una cosa totalmente que no servía para nada (risas).

M.F: La clásica, sí.

M.R: Y yo creo que es de los errores más gigantescos y ya estamos viendo las consecuencias ahora (risas).

D.B: Me hacés acordar que yo le decía al profesor de liceo al revés, que la matemática no servía para nada (risas). Y me acuerdo de que se enojó mucho, porque yo le decía... Me dijo "No, pero cómo...". Yo no le decía que la matemática, yo le decía que los teoremas, que aprenderme de memoria los teoremas no me iba a servir para nada, aun cuando fuera a ser contador mañana. ¡En liceo, la ofensa! (risas). El tipo se ofendió y me dijo "No, porque la matemática te enseña a pensar...". "Y la filosofía también", le dije yo.

A.G: Y sí.

M.R: Más allá de esos lugares quizás comunes, yo comprendo a una persona joven con ese libro que no leí; lo estuve hojeando recién, y veo que hay un lenguaje muy atractivo, muy sensual, además... La pregunta es, ¿qué se siente hoy, vos, chiquilina, presentás un libro, decís "¿Sirve para algo lo que estoy haciendo"?

M.F: Sí, es la pregunta, claro. Que ocurre también muchas veces, de pronto, y lo hablábamos también en Humanidades, cuando uno le comenta a algún amigo o pariente, "Sí, hago lingüística". "¿Y eso para qué sirve?". Entonces hay que buscarle... Hay lingüística aplicada y sirve, entre comillas, para un montón de cosas, pero hay también una cuestión más profunda: "¿Para qué sirve la ciencia?". Y bueno, es cuestión de querer conocer. "¿Para qué sirve el arte?" Y bueno... No tiene respuesta, y a la vez tiene tantas... Yo trato de no pensar mucho en eso y en cuanto a lo que escribo acá, como yo muchas veces he escrito en forma más profesional, libretos de radio, cosas para prensa, he trabajado mucho con el lenguaje, cuando hago esto, al revés, no me pongo, como me decía ella hoy, ninguna limitación, porque es el territorio donde realmente...

M.R: Lo hacés para vos misma.

M:F: Sí, escribo lo que se me ocurre y bueno, después Pablo Rocca me hacía notar un poco que era un libro que no hace concesiones ni las pide, como que es... pum. De pronto, claro, cuando alguien trabaja en otra cosa y solo escribe literatura, tal vez se pueda limitar más, pero en mi caso realmente trato de que sea super libre porque es un territorio personal muy disfrutable.

D.B: ¿Dónde se escriben esos textos, en cualquier lado?

M.F: Ah, sí.

D.B: ¿En un clima especial?

M.F: Ahora me armé un poco algo, le contaba a Ana, justamente, siguiendo un libro de Virginia Woolf que se llama "Un cuarto propio"...

D.B: Buenísimo.

M.F: Ella recomienda, sobre todo para las mujeres que escriban...

M.R: Sí...

M.F: Lo compré hace poquito, y entonces me decoré un poco un altillo que tengo pero sí, en general he escrito en cualquier parte, porque como son cortos.... Tal vez también eso tenga que ver un poco con que uno siempre de un trabajo a otro y bueno, en un momento libre, tomando un café...

D.B: Entre libreto y libreto (risas).

A.R:Menos mal que Dante Alighieri no nació en este siglo (risas).

M.R: Porque hay otra gente que escribe... Por ejemplo, Vargas Llosa es un hombre tremendamente aplicado; él escribe siempre de mañana. Se levanta y escribe cuatro o cinco horas y después...

M.F: Es la profesionalización, también. Virginia Woolf tenía una renta mensual, o anual, o no sé cómo era. Entonces vos leés los diarios y tenía, se ponía, por ejemplo "Bueno, hoy escribo de doce a cuatro y a tal hora empiezo tal otra obra", era una cosa... También hay que tener un gran rigor.

D.B: Que Virginia Woolf lo tenía.

M.F: Lo tenía, sí, sí, se nota.

M.R: No te olvides que tenía todo ese grupo de Bloomsbury que era... Porque está también la gran orfandad, yo veo. A los treinta años, ¿con quién podés hablar hoy por hoy de literatura? Tenés que poner un aviso clasificado, "Quiero hablar de poesía con alguien" (risas). Y claro, y Virginia Woolf vivía al lado de Keynes, vivía al lado... era el grupo de Bloomsbury...

M.F: Sí, eran unas reuniones maravillosas.

M.R: Una cosa maravillosa. Hoy se convierte en un acto de una soledad... Hay que ser intrépido (risas). ¡Claro! Yo me acuerdo que hace muchos años leí a (Robert) Musil y puse un aviso clasificado en el diario, "No homosexual quiere hablar sobre Musil". No me llamó nadie (risas).

D.B: Magdalena, hablando de literatura, ¿qué has leído de bueno últimamente? Así, que te cautivó, que...

M.F: Bueno, justamente estuve leyendo a Virginia Woolf porque me había interesado en buscar en particular la correspondencia de ella y después hice una especie de recorrida por el circuito de librerías de usados, nuevo y usado, y por precios bastante buenos conseguí una cantidad de cosas. Ana se reía, porque yo le contaba... fue una cosa que cinco, seis libros juntos, ¿no? Baratos, por suerte.

A.R: Estamos en una etapa muy lobezna, como decimos nosotras, con la Woolf.

M.F: Y bueno, y conseguí entonces unos cuantos: un diario de ella, unas cartas también... Pero vuelvo a lo mismo, no tanto las novelas.

M.R: Toda la vida sexual de ella fue fascinante, también...

M.F: Y las historias, la correspondencia.

D.B: La correspondencia que tenía con distintas personas.

M.R: Aparte tenía un peso tremendo sobre toda su generación. Era una referencia ineludible sobre ese grupo.

A.G: Una mujer muy respetada.

M.R: Keynes, por ejemplo, cada vez que hablaba de ella era como si hablara de Dios. Aparte era una mujer de unas agallas...

M.F: Impresionante.

M.R: Una época de oro de la literatura en inglés.

M.F: Y lo que me pasa un poco también es que no tanto las novelas más importantes de ella son las que más me atraen, sino por ejemplo "Orlando", que ella dice haberla escrito como diversión, como una travesura, y para mí tiene una riqueza que no la tienen otras que ella las sintió como más importantes, más de peso, más trascendentes, y entonces a mí no ...

M.R: Sí, se ve que por los gustos tuyos te gusta el juego, ¿no?

M.F: Sí, una cuestión más lúdica, o también sus diarios, sus cartas, cosas donde ella se relajaba más y ahí aparecían un montón de genialidades ...

D.B: Bueno, muy bien. A pedido del público en este caso no: a pedido de Magdalena, mejor dicho, a elección de Magdalena, nos vamos a despedir entonces con otro de esos textos de "Trinitaria", que es el libro que estamos descubriendo, presentándoles a ustedes esta mañana, Ediciones de la Banda Oriental, Magdalena Ferreiro su autora. Está en librerías. Bueno, a ver.

M.F: Este se llama "Talento" (lo lee).Pido perdón por la pronunciación en francés, que es horrible, pero... (risas). (Nota: el texto termina con la frase "Au revoir").

D.B: Magdalena Ferreiro, muchas gracias por acompañarnos esta mañana aquí en El Espectador, y bueno, ya saben, ¿eh? "Trinitaria" está allí, vale la pena que se detengan, que lo lean y después de repente nos cuentan, le cuentan a la autora. Pueden de repente escribir...

M.F: Ah, eso es interesantísimo, las impresiones de la gente. Si me pueden escribir por ahí...

M.R: La recepción de la gente.

M.F: Sí, sí, sí, es muy emocionante.

D.B: La otra cara, porque uno también quiere saber qué opina el otro.

M.F: Claro, sí, sí, sí.

D.B: Gracias.

M.F: Muchas gracias por la invitación.

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Nota: los trabajos de Borges y Bioy a los que aludía son, por ejemplo, su legendaria Antología de la literatura fantástica, pero también otros menos conocidos como El libro del cielo y el infierno o El libro de los seres imaginarios (luego Manual de zoología fantástica), de Borges y Margarita Guerrero.  Aún no había entrado plenamente en contacto con la obra de otros autores fundacionales de la minificción latinoamericana como Arreola o Monterroso. Sí admiraba, aunque no surgió en la conversación, los particulares textos breves de Marosa Di Giorgio. En cuanto a las obras de Virginia Woolf que fueron objeto de aquel safari bibliográfico (y que en su mayoría aún conservo), eran "La Sra. Dalloway", "Las olas", "Un cuarto propio", "Diario de una escritora" (editado por su marido, Leonard Woolf), "Cuentos completos" y "Cartas a mujeres", que recoge su correspondencia con su hermana Vanessa, Vita Sackville-West (inspiradora de "Orlando") y Victoria Ocampo, entre otras. Ya tenía en mi biblioteca el Orlando en traducción de Borges y "Tres guineas", y hace pocos años conseguí en lengua original (¡en Montevideo!) "Al faro" ("To The Lighthouse").